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Un gigante con corazón: cómo el futbol femenil se mantiene auténtico

Cuando estaba de ‘moda’ el grito homofóbico en el futbol mexicano, se llegó a colar incluso en los partidos de futbol femenil y empezaba a infectar ese ambiente, pero se cortó de raíz. Lo que en el masculino sería un miembro amputado del cuerpo que conforma este deporte, en el femenil simplemente se trataba de conservar su naturaleza.

“Nos ha tocado ver que también les gritaban a las mujeres, pero la gente se volteaba y les decía: ‘Aquí no, aquí no vienes a gritar eso. Te callas o te sacamos’”, dice Luz Vari, una de las líderes de la Barra Feminista, un grupo de aficionadas que ha creado una comunidad segura dedicada a mujeres, personas trans y no binaries para compartir el futbol femenil y gestionar idas a los estadios.

El concepto de ‘barrismo’, nacido en Argentina y extendido en toda Latinoamérica, ha crecido en una estrecha relación con la violencia. En los últimos años, ha habido varios casos violentos que tienen como escenario los estadios de futbol de esta región, y como protagonistas a los miembros de grupos de aficionados.

La Barra propone un ambiente nuevo y más familiar donde la gente se siente segura de llevar a sus hijos o hijas o de poder ir como parejas no heteronormativas. Para ellas, la rivalidad no tiene por qué tener un sentido violento; de hecho, su vínculo con la Liga MX Femenil nace de un amor más puro y desnudo al balón, antes de poner cualquier bufanda o camiseta.

La Barra Feminista ha estado presente en los partidos de Liga MX Femenil desde su creación en 2017. De los 18 equipos en la competición, la Barra, hasta ahora, ha pisado siete de los estadios que dibujan el mapa de futbol mexicano. Sin embargo, solamente son habituales en las gradas más cercanas a la Ciudad de México, donde vive la mayoría de las integrantes.

El club con el que mejor relación hay es con el América. Desde el club ya consideran sus lugares para todos los partidos de la fase regular, a veces para venderles los boletos juntas, pero cada vez con más frecuencia es el mismo club el que reparte los boletos para que puedan ir como grupo de animación del equipo.

“El nombre de ‘barra’ está asociado con todo este concepto del aguante, de lo macho y de la violencia. Lo que nosotras queremos hacer es resignificar este concepto y también crear este nuevo futbol. Estamos diciendo que otro futbol es posible. No son dos deportes distintos, pero sí tienen un contexto diferente. Y también la afición que se ha formado alrededor del futbol femenino es distinta, es mucho más inclusiva”.

El crecimiento efervescente pero constante ha calado tanto en las gradas como en el campo. Para las futbolistas, no es tan diferente al sentimiento que irradian las aficionadas: esa misma autenticidad y esa misma sensación de estar presenciando algo único.

Samantha Simental, jugadora de Rayadas de Monterrey, comparte que su equipo, su gente y el futbol femenino en general le provocan un amor y agradecimiento gigantes. Desde los 16 años ha formado parte del cuadro regiomontano, su único club hasta el momento, al que se refiere como el club que se lo ha dado todo y la ha hecho ser quién es.

Le ha tocado vivir el crecimiento de la liga en primer plano y, a la par, su desarrollo como jugadora y persona en uno de los clubes con rol protagónico: tres campeonatos, tres subcampeonatos y el primer récord de asistencia en un partido de liga (en 2018 ante Tigres con 51,211 aficionadas en casa).

La 15 de Rayadas recuerda que al inicio solo juntaban cerca de 100 aficionados en los estadios, mientras que ahora por partido y en diferentes estadios “una entrada regular es de arriba de 2,000”.

“Es como ‘no manches, qué diferencia cuando va nuestra porra y cuando no’. Para mí eso sí marca el destino del partido y obviamente del futbol femenil… Es la conexión y la cercanía de la gente”: Samantha Simental

Así, la afición se ha convertido en un elemento más para hacer de los partidos algo especial y memorable.

Hay algunos que se quedan grabados por el resultado, pero Samy, a pesar de haber sido campeona dos veces y de vivir dos récords de asistencia durante uno de los derbis más pasionales del país, el primer partido que se le viene a la mente al pensar en la importancia del vínculo con la afición es uno aparentemente ordinario.

La identidad que borda el futbol femenil alcanza y acaricia a cada vez más comunidades y personas que se relacionan a través del balón. En el césped y en las gradas, el futbol femenil pone una mirada distinta. Más allá de marcar la forma de sentir un partido, está marcando una forma de vivir el juego.