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De las aulas del Tec campus Puebla a la gran pantalla en Madrid

No fue un proyecto final cualquiera. En solo 5 semanas, un grupo de estudiantes de la Licenciatura en Comunicación del Tec de Monterrey campus Puebla creó El Club de las Manzanas, un cortometraje que ganó la categoría de Mejor Edición en el prestigioso Festival Internacional de Cine Independiente de Madrid (FICIMAD).

“Por la noche me marcó mi papá y me preguntó si ya había checado los resultados del festival. Revisé, y ahí estábamos”, relató con emoción Andrea Cerwinka, directora y guionista del proyecto.

La historia se gestó en el bloque académico de Guionismo y Narrativas Audiovisuales, durante el cuarto semestre de carrera.

Lo que comenzó como un ejercicio universitario, se transformó en una producción reconocida en el ámbito internacional. Un triunfo que refleja la calidad del programa académico Para el equipo, este premio representa más que una estatuilla: es un reconocimiento al enfoque interdisciplinario del plan de estudios, que les ha permitido desarrollar habilidades múltiples en áreas como guionismo, fotografía, edición y producción.

“Hemos escrito de todo y producido de todo, eso nos vuelve personas y profesionales completos”, compartió Brandon González, asistente de fotografía y gaffer.

“A mí me confirmó que me gusta el cine, que me encanta tener cámara, y ver plasmado lo que hago en algo que la gente vivirá”, añadió Andrea, quien considera este logro como una validación de su vocación.

El Club de las Manzanas: una historia para cuestionar la violencia de género El cortometraje narra la historia de Eva y Lucía, dos estudiantes que, varadas en una universidad, descubren que ambas viven distintas formas de violencia de pareja.

“El novio de Eva la ignoraba y le quitaba todo afecto, mientras el de Lucía era controlador y manipulador”, explicó Andrea.

Con esta historia, la directora buscó romper estigmas y cuestionar cómo normalizamos la violencia en nuestras narrativas: “Quería mostrar dos tipos de violencia y la manera en que estas se silencian en lo cotidiano”.

Madrugadas, tomas múltiples y un equipo decidido a contar una historia

Las grabaciones duraron cuatro días, comenzando a las 10 de la noche y terminando a las 4 de la madrugada, debido a la disponibilidad de las actrices y la complejidad de las escenas.

“Debíamos llevar la cámara, el micrófono y las luces, todos caminando al mismo tiempo y además sin hacer ruido”, recordó Andrea.

A pesar del desgaste físico y emocional, el equipo coincide en que la experiencia fue invaluable.

“Teníamos hambre, sueño y terminábamos muy irritados; pero sabiendo qué sufrimos, nadie lo menciona como una mala experiencia, nos gustó”, compartió Brandon.

“Valió la pena el desgaste, valió la pena la chambota, valió la pena la llorada”, concluyó Samantha Hernández, directora de fotografía.